El objetivo del ser humano no es triunfar; es la supervivencia. Por eso tendemos a buscar la estabilidad constantemente, por eso la gente se relaja cuando las cosas van bien. Parece que estemos predeterminados para guardar y gastar las energías cuando las cosas van mal, no para usarlas y hacer que las cosas vayan mejor.
Si hacemos la proporción y el planeta Tierra llevara 1 año de duración, no llevaríamos ni un día en ella, así que, aunque nos creamos los más listos siempre, ni lo sabemos todo, ni llevamos aquí tanto tiempo. Tenemos la capacidad de adaptarnos, pero seguimos buscando sobrevivir igual que los que llegaron hace un rato, simplemente con una realidad y un contexto diferentes.
El problema del alto rendimiento, o de ofrecer un rendimiento elevado en general, es que este patrón de estabilidad constante, no sirve. Si no mejoras, terminas empeorando; Si no lo haces tú, otra persona cogerá tu puesto; Si te relajas, te quedas fuera.
Es entonces el alto rendimiento, ¿antinatural?
La respuesta no es tan simple como sí o no. Pero es importante tener claro, que además de nuestra capacidad para adaptarnos, tenemos herramientas para ir en dirección contraria a esa tendencia. Tener un propósito, tener determinación y definir metas concretas que nos resulten motivantes, nos empuja a no sentarnos esperar, a hacer que pasen cosas, y a vivir, en vez de sobrevivir. No es que el alto rendimiento sea antinatural, sino que para muchas personas, todas estas herramientas están dormidas u oxidadas. Es decir, que podamos ofrecer alto rendimiento en una tarea o actividad, no significa que vayamos a hacerlo.
Los y las mejores deportistas de la historia tienen algo en común: ambición, determinación y un propósito (aunque algunos quizá no sean conscientes). Mucha gente consigue cosas, pero mientras algunos se conforman cuando consiguen algo, otros deciden ir a por más. Es la diferencia entre llegar, estar y superarse.
Puede ser que durante una parte de su aprendizaje, un/a deportista o cualquier otra persona, necesite ese empujón desde fuera para no relajarse y tender a la mediocridad, simplemente porque de entre todos los estímulos que tiene en su proceso de mejora, le ayudemos a reconocer los más importantes y los que le llevarán más lejos. Pero llega un día, que es esa persona quien despierta o no, su ambición, su determinación y su propósito.
Podríamos poner mil ejemplos. Usemos un clásico: Cuando ganas 2 partidos y te relajas, cuando te estabas esforzando mucho y las cosas te estaban yendo bien o mejor, y aún así bajas el nivel, como si todo fuera a seguir igual, no estás valorando lo que te había hecho llegar ahí. Entonces tienes dos caminos para no bajar el listón:
¿Te empujan desde fuera o te empujas desde dentro?
Si solo rindes cuando te empujan desde fuera, quizá el alto rendimiento no es tu lugar, y lo que es seguro es que no llegarás a tu máximo nivel, porque muchos días estarás solo/a y nadie te estará mirando, y entonces, ¿quién te va a empujar? Esos días son los que marcan la diferencia.
Si no hacemos nada, tendemos a la mediocridad. Pero tenemos la capacidad de cambiar la dirección, así como la oportunidad de conseguir y pulir, las herramientas que nos faltan. Cuantas más cosas consigues, más te alejas de la casualidad.