Una psicología de la felicidad

1. Revisión del concepto de la Felicidad

Descubrí que la felicidad no es algo que sucede. No es el resultado de la buena suerte o del azar. No es algo que pueda comprarse con dinero o con poder. No parece depender de los acontecimientos externos, sino más bien de cómo los interpretamos. De hecho, la felicidad es una condición vital que cada persona debe preparar, cultivar y defender individualmente. Las personas que saben controlar su experiencia interna son capaces de determinar la calidad de sus vidas, eso es lo que más cerca podemos estar de ser felices. 

Fluir (Flow): Estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia, por sí misma, es tan placentera que las personas la realizarán incluso aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerla.

Lo que satisfaría realmente a las personas no es adelgazar o ser rico, sino sentirse bien con su vida. En la búsqueda de la felicidad, las soluciones parciales no funcionan. 

Solo el control directo de la experiencia y la habilidad para encontrar alegría momento a momento en todo lo que hacemos pueden superar los obstáculos en el camino hacia la realización.

La razón más importante por la cual es tan difícil alcanzar la felicidad es que el universo no fue diseñado pensando en la comodidad de los seres humanos.

Cómo nos sentimos, la alegría de vivir, dependen en último término y directamente de cómo la mente filtra e interpreta las experiencias cotidianas. Si somos o no felices depende de nuestra armonía interna y no del control que somos capaces de ejercer sobre las grandes fuerzas del universo. Ciertamente debemos seguir aprendiendo cómo dominar el entorno externo, porque nuestra supervivencia depende de ello, pero este dominio no va a añadir ni un ápice a que nos sintamos bien como individuos, o a reducir el caos del mundo tal y como lo experimentamos. Para hacerlo, debemos aprender a conseguir el dominio también sobre la conciencia.

En nuestros días cada hogar del “primer mundo” tiene acceso a recetas de los lugares más diversos y puede duplicar los festines de los grandes emperadores del pasado. ¿Pero esto nos hace sentir más satisfechos?

El problema existe cuando las personas están tan obsesionadas en lo que quieren conseguir, que ya no obtienen placer con el presente. Cuando esto sucede, pierden su oportunidad para disfrutar.

Desde nuestra más temprana edad nos han condicionado para que creamos que un destino benigno cuidará de nosotros. Después de todo, todo el mundo parece estar de acuerdo en que ha sido una gran suerte vivir en este país, que ahora es más rico que nunca, en el período más científicamente avanzado de la historia, rodeados de la tecnología más eficaz y protegidos por la más sabia Constitución. Por ello tiene sentido esperar que tuviésemos una vida más rica y con más sentido que cualquiera de los miembros anteriores de la raza humana. Si nuestros abuelos que vivían en un pasado espantosamente primitivo, pudieran gozar de los avances de hoy, ¡imagínense lo felices que serían! Pero, a pesar de todas estas afirmaciones, más pronto o más tarde nos despertamos solos, y vemos que de ningún modo este mundo rico, científico y avanzado va a darnos la felicidad.

¿Por qué parecemos más desamparados al enfrentarnos a la vida que nuestros antepasados menos privilegiados? La respuesta parece clara: mientras que la humanidad ha incrementado colectivamente sus poderes materiales cientos de veces, no ha avanzado mucho en términos de mejorar el contenido de la experiencia.

Es importante darse cuenta de que buscar el placer es una respuesta refleja que se halla en nuestros genes para asegurar la conservación de la especie, no con el propósito de nuestro disfrute propio y personal. El placer que tenemos al comer es una manera eficiente de asegurarse que el cuerpo va a obtener el alimento que necesita. El placer del acto sexual es igualmente un método práctico que los genes utilizan con el propósito de programar al cuerpo para que se reproduzca y con ello asegurar la continuidad de los genes. No hay nada malo en seguir esta programación genética y disfrutar de los placeres que nos proporciona, mientras los reconozcamos como lo que son y mientras tengamos algún control sobre ellos cuando sea necesario perseguir otros objetivos a los que hayamos decidido darles prioridad.

Una persona que no puede desoír las instrucciones genéticas cuando es necesario, siempre resulta vulnerable. En lugar de decidir cómo actuar en términos de sus objetivos personales, debe rendirse ante las cosas para las que ha sido programado (o mal programado) su cuerpo.

Una persona totalmente socializada es la que desea solo las recompensas que aquellos que la rodean han decidido que debe desear. Puede encontrarse con miles de experiencias que potencialmente podrían llenarle, pero no se da cuenta porque no son las cosas que desea. Lo que importa no es lo que tiene ahora, sino lo que podría obtener si hace lo que los otros desean que haga. 

El paso más importante para emanciparse de los controles sociales es la habilidad de encontrar recompensas en los acontecimientos de cada momento. Si una persona aprende a disfrutar y a encontrar significado en la corriente incesante de experiencias, en el propio proceso de vivir por sí misma, el peso de los controles sociales cae automáticamente de nuestros hombros.

Mientras obedezcamos los hábitos de estímulo-respuesta socialmente condicionados que utilizan nuestras inclinaciones biológicas, estaremos controlados por el exterior. Mientras un anuncio deslumbrante nos haga salivar de deseo por el producto que anuncia o una bronca del jefe no amargue el día, no seremos libres de determinar el contenido de la experiencia.

“Las personas no tienen miedo de las cosas, sino de cómo las ven” Epicteto

Una y otra vez volvemos a la pregunta central: ¿cómo conseguir el dominio sobre la propia vida? Y ¿cómo puede este dominio ayudar a una persona a liberarse de sus ansiedades y miedos y con ello liberarse de los controles de la sociedad, cuyas recompensas puede ahora tomar o dejar de lado? Tal y como sugerimos anteriormente, el modo es a través del control sobre la conciencia, lo que nos conduce al control sobre la calidad de la experiencia. Cualquier ganancia, por pequeña que sea, en esta dirección va a hacer que nuestra vida sea más rica, más divertida, con más significado.

2. Anatomía de la conciencia

Necesitamos saber cómo funciona la conciencia y cómo se controla, porque solo si comprendemos la manera en que se forma la subjetividad, entonces podemos dominarla. Todo lo que experimentamos -gozo o dolor, interés o aburrimiento- se representa en la mente como información. Si somos capaces de controlar esta información, podremos decidir cómo será nuestra vida.

El estado óptimo de experiencia interna es cuando hay orden en la conciencia. Esto sucede cuando la energía psíquica (o atención) se utiliza para obtener metas realistas y cuando las habilidades encajan con las oportunidades para actuar. La búsqueda de un objetivo trae orden a la conciencia porque una persona debe concentrar su atención en la tarea que está llevando a cabo y olvidarse momentáneamente de todo lo demás.

Dicte lo que dicte la moda, parece que los que se toman en serio dominar lo que sucede en su conciencia, viven una vida más feliz.

La función de la conciencia es representar la información sobre lo que está sucediendo dentro y fuera del organismo de tal modo que el cuerpo pueda evaluarla y actuar en consecuencia.

Una persona puede hacerse a sí misma feliz o miserable independientemente de lo que esté realmente sucediendo fuera, tan solo cambiando los contenidos de su conciencia.

¿Qué significa ser consciente? Simplemente significa que ciertos eventos conscientes concretos (sensaciones, sentimientos, pensamientos, intenciones) están ocurriendo y que nosotros somos capaces de dirigir su curso.

La conciencia es información intencionalmente ordenada.

Como todo lo que sentimos, olemos, escuchamos o recordamos es potencialmente candidato para entrar a formar parte de nuestra conciencia, las experiencias que realmente  forman parte de ella son muchas menos que las que dejamos fuera.

La información que permitimos que entre en nuestra conciencia se convierte en algo extremadamente importante, de hecho es lo que determina el contenido y la calidad de nuestra vida.

La forma y el contenido de la vida dependen de cómo utilicemos la atención. Según cómo lo hagamos, resultarán realidades totalmente diferentes. Los nombres que utilizamos para describir rasgos de la personalidad -como extravertido, triunfador o paranoico- se refieren a los esquemas que han utilizado las personas para estructurar su atención. En la misma fiesta, el extravertido va a buscar y disfrutar de la interacción con los demás, el triunfador va a buscar contactos que le serán útiles y el paranoico estará en guardia buscando los signos de peligro que debe evitar. La atención puede emplearse de innumerables maneras, y estas maneras pueden conseguir que en la vida se disfrute o se sufra.

La flexibilidad de las estructuras de la atención es aún más obvia cuando la comparamos a través de diferentes culturas o clases profesionales. Esquimales, marineros, músicos, médicos, etc. todos ellos han entrenado su atención para procesar señales que de otro modo pasarían inadvertidas.

Puesto que la atención determina lo que aparecerá o no en la conciencia, y puesto que también es necesaria para que sucedan otros actos mentales -como el recuerdo, el pensamiento, el sentimiento y la toma de decisiones-, es útil pensar en ella como energía psíquica. La atención es como la energía sin la cual no podemos trabajar en nada y que mientras trabajamos se disipa. Somos capaces de crearnos a nosotros mismos según como invirtamos esa energía. Los recuerdos, pensamientos y sentimientos están definidos por cómo la utilizamos. Y es una energía bajo nuestro control, para hacer con ella lo que nos guste; por ello la atención es la herramienta más importante en la tarea de mejorar la calidad de la experiencia.

La complejidad es el resultado de dos procesos psicológicos: la diferenciación y la integración. La diferenciación implica un movimiento hacia la originalidad, hacia separarse de los demás. La integración se refiere a lo opuesto: a la unión con otras personas, con ideas y entidades más allá de la personalidad. Una personalidad compleja es la que logra combinar estas tendencias opuestas.

3. El disfrute y la calidad de vida

La riqueza, la condición social y el poder han llegado a ser en nuestra cultura los símbolos de la felicidad. Cuando vemos gente rica, famosa o apuesta, tendemos a pensar que sus vidas son maravillosas, aunque tengamos pruebas que nos indiquen que no es así. Y pensamos que si nosotros pudiésemos adquirir algunos de esos símbolos, seríamos mucho más felices. 

Si realmente triunfamos y llegamos a ser más ricos o más poderosos, creemos, por lo menos durante un tiempo, que nuestra vida ha mejorado en su totalidad. Pero los símbolos pueden defraudarnos: tienden a distraernos de la realidad que se supone que representan. Y la realidad es que la calidad de vida no depende directamente de lo que los demás piensen de cómo nos sentimos con nosotros mismos y con los que nos sucede. Para mejorar la vida hay que mejorar la calidad de la experiencia. El placer es un componente importante de la calidad de vida, pero por sí mismo no trae la felicidad. El sueño, el descanso, el alimento y el sexo nos ofrecen reconstituyentes experiencias homeostáticas que ordenan de nuevo la conciencia después de que la intrusión de las necesidades del cuerpo haya provocado entropía psíquica. Pero no producen crecimiento psicológico. No agregan complejidad a la personalidad. El placer nos ayuda a mantener el orden, pero, por sí mismo, no puede crear un nuevo orden la conciencia.

Cuando la gente piensa sobre qué hace que su vida sea más agradable, tiende a ir más allá de los recuerdos divertidos y comienza a recordar otros sucesos, otras experiencias que se superponen con las experiencias placenteras pero que caen en una categoría que merece un nombre aparte: el disfrute.

Una persona puede sentir placer sin realizar esfuerzo alguno si los centros apropiados en su cerebro se estimulan eléctricamente o como resultado de la estimulación química de las drogas. Pero es imposible disfrutar de un partido de tenis, de un libro o de una conversación a menos que la atención esté totalmente concentrada en esa actividad.

Es por esta razón por la que el placer es tan evanescente y por lo que la personalidad no crece como consecuencia de las experiencias placenteras. La complejidad requiere que se invierta energía psíquica en nuevas metas que sean relativamente un desafío. Es fácil de ver este proceso en los niños: durante los primeros años de vida cada niño es una pequeña “máquina de aprender”. La absorta concentración que aparece en la cara del niño cada vez que aprende una nueva habilidad es un buen indicio de qué es el disfrute. Y cada ejemplo de agradable aprendizaje se agrega a la complejidad creciente de la personalidad del niño.

Sin el disfrute la vida puede soportarse, e incluso puede ser placentera. Pero puede ser así solo precariamente, y dependerá de la suerte y de la cooperación del ambiente externo. Sin embargo, para ganar control personal sobre la calidad de experiencia, uno necesita aprender a cómo encontrar disfrute en lo que sucede día a día.

Nuestros estudios sugieren que el disfrute tiene 8 componentes:

1) La experiencia suele ocurrir cuando nos enfrentamos a tareas que tenemos al menos una oportunidad de lograr.

2) Debemos ser capaces de concentrarnos en lo que hacemos.

3) La tarea tiene unas metas claras.

4) La tarea ofrece retroalimentación inmediata.

5) La persona actúa sin esfuerzo, con una profunda involucración que aleja las preocupaciones y frustraciones de la vida cotidiana.

6) Las experiencias agradables permiten a las personas ejercer un sentimiento de control sobre sus acciones.

7) Desaparece la preocupación por la personalidad.

8) El sentido de la duración del tiempo se altera; las horas pasan en minutos y los minutos pueden prolongarse hasta parecer horas.

Una experiencia de disfrute se acostumbra a conseguir con una actividad desafiante que requiere habilidades.

Los desafíos de la competición pueden estimular y agradar. Pero cuando vencer al adversario tiene prioridad en la mente sobre hacerlo lo mejor posible, el disfrute tiende a desaparecer. La competición solo es agradable cuando es un medio para perfeccionar las propias habilidades; cuando llega a ser un fin en sí misma, deja de ser divertida.

Todos elaboramos rutinas para llenar los momentos aburridos del día, o para sentirnos mejor cuando la inquietud nos amenaza. Alguna gente hace garabatos de forma compulsiva, otros mordisquean cosas o fuman, otros se alisan el pelo, tararean una canción o realizan rituales privados más esotéricos que tienen el mismo propósito: imponer orden en a conciencia mediante la ejecución de una acción repetida. Estas son las actividades de “microflow” que nos ayudan a superar los malos momentos del día. Pero lo agradable que sea una actividad dependerá finalmente de su complejidad. Los pequeños entretenimientos automáticos entretejidos en la tela de la vida cotidiana, ayudan a reducir el aburrimiento, pero agregan poco a la calidad positiva de la experiencia. Porque lo que necesitamos es enfrentarnos a desafíos cada vez más difíciles y usar nuestras mejores habilidades.

El disfrute aparece en el límite entre el aburrimiento y la inquietud cuando:

? Los desafíos están justo en equilibrio con la capacidad de la persona para actuar. 

? Las oportunidades para la acción, tal y como las percibe el individuo, están igualadas a sus capacidades.

La proporción áurea entre los desafíos y las habilidades no solamente es cierta para las actividades humanas. Cuando paseo por el campo con nuestro perro de caza, Hussar, le gusta jugar al juego más generalizado entre niños de todas las culturas: la escapada y la persecución, el clásico pilla-pilla. Corre en círculos a mi alrededor a su máxima velocidad, con su lengua afuera y los ojos vigilando cautelosamente cada movimiento que hago, por si intento cogerlo. Ocasionalmente lo intento y, si tengo suerte consigo tocarlo. Ahora bien, la parte más interesante es que cuando me canso y me muevo con indiferencia, Hussar corre cerrando más el círculo, haciendo que sea relativamente fácil para mí cogerlo; por otra parte, si estoy en buena forma y dispuesto a esforzarme, él agrandará el diámetro de su círculo. De esta manera, la dificultad del juego se mantiene constante. Con un sentido sobrenatural para el equilibrio entre los desafíos y las habilidades, él se asegura de que el juego tenga el máximo disfrute para los dos.

Cuando todas las habilidades pertinentes de una persona se necesitan para enfrentarse a los desafíos de una situación, su atención está completamente absorbida por la actividad. No queda casi energía psíquica para procesar otras informaciones excepto las que la propia actividad ofrece. Toda la atención está concentrada en los estímulos pertinentes. 

Como resultado, sucede uno de los aspectos más distintivos y universales de la experiencia óptima: las personas están tan involucradas en lo que están haciendo que la actividad llega a ser algo espontáneo, casi automático; dejan de ser conscientes de sí mismos como seres separados de las acciones que están realizando.

Un jugador de ajedrez nos cuenta cómo es jugar en un torneo: “la concentración es como respirar: nunca se piensa en ello. El techo podría caerse y, si no le cayera justo encima, usted no se daría cuenta.”

La razón que justifica una involucración tan completa en una experiencia de flow es que, normalmente, las metas están claras y la retroalimentación es inmediata.

El tipo de retroalimentación que buscamos frecuentemente es, de por sí, insignificante: ¿qué diferencia hay si golpeo la pelota de tenis dentro de la zona delimitada por las líneas blancas, si inmovilizo al rey del enemigo sobre el tablero o si noto una vislumbre de comprensión en los ojos de mi paciente al finalizar su hora de terapia? Lo que da valor a esta información es el mensaje simbólico que contiene: que he tenido éxito en lograr mi meta. Tal conocimiento crea orden en la conciencia y fortalece la estructura de la personalidad. 

Casi cualquier tipo de retroalimentación puede ser agradable, siempre que esté lógicamente relacionada con la meta en que uno tiene empleada su energía psíquica.

Una de las dimensiones más frecuentemente mencionadas de la experiencia de flow es que, mientras dura, uno es capaz de olvidar todos los aspectos desagradables de la vida. Este aspecto del flow es un subproducto importante del hecho de que las actividades agradables requieren de un enfoque total de la atención en la tarea presente, y así no queda espacio alguno en la mente para las informaciones que no sean relevantes.

En la vida cotidiana somos presa de pensamientos y preocupaciones que se entrometen sin desearlo en la conciencia. Puesto que la mayoría de trabajos y vida doméstica, en general, carecen de demandas urgentes de experiencias de flow, la concentración rar vez es tan intensa como para que las preocupaciones y las inquietudes puedan descartarse automáticamente. Esta es una razón por la cual el flow mejora la calidad de la experiencia: las demandas claramente estructuradas de la actividad, imponen orden y excluyen las interferencias de desorden en la conciencia.

Cuando individuos entrevistados nos explican sus experiencias de flow, una parte importante de esta experiencia es un aumento considerable de su sensación de control.

Cuando una persona depende tanto de la capacidad para controlar una actividad agradable que no puede prestar atención a nada más, entonces se pierde el control definitivo: la libertad para determinar el contenido de la conciencia. De modo que las actividades agradables que producen flow tienen un potencial aspecto negativo: a la vez que son capaces de mejorar la calidad de la existencia por el orden que crean en la mente, pueden llegar a producir adicción si la personalidad se convierte en prisionera de un cierto tipo de orden, y entonces no desea enfrentarse a las ambigüedades de la vida.

En el flow, una persona siente el desafío de hacerlo lo mejor posible y debe mejorar constantemente sus habilidades. En ese momento no tiene la oportunidad de reflexionar sobre qué es lo que esto significa en términos de su personalidad. Pero después, cuando la actividad ha finalizado y la autoconciencia tiene la oportunidad de volver, la personalidad de este individuo que ahora está reflexionando no es la misma que existió antes de la experiencia de flow; ahora está enriquecida por habilidades y logros nuevos. Esta es la relación paradójica entre perder la personalidad en una experiencia de flow y sentir que emerge con más fuerza tras haber vivido la experiencia. 

El elemento clave de una experiencia óptima es que tiene un fin en sí misma. Incluso si inicialmente la llevamos a cabo por otras razones, la actividad que nos ocupa se convierte en algo intrínsecamente gratificante. La experiencia pasa a ser autotélica, es decir, se realiza no por la esperanza de ningún beneficio futuro, sino simplemente porque hacerlo es en sí la recompensa.

Por ejemplo, dar clases a niños para convertirlos en buenos ciudadanos, no es autotélico, mientras que darles clase porque uno se divierte al interactuar con ellos sí que lo es. Lo que ocurre en ambas situaciones es básicamente lo mismo; lo que las diferencia es que, cuando la experiencia es autotélica, la persona está prestando atención a la actividad por sí misma, y cuando no es así, la atención se centra en las consecuencias.

¿Cuántos niños han llegado a odiar una actividad porque sus padres les obligaban a practicarla? A menudo los niños -también los adultos- necesitan incentivos externos para dar los primeros pasos en una actividad que requiere una difícil reestructuración de la atención. La mayoría de actividades de disfrute no son naturales, requieren de un esfuerzo inicial que nos cuesta realizar. Pero una vez que la interacción comienza a ofrecer retroalimentación a las habilidades de la persona, empieza a ser intrínsecamente gratificante. 

Debemos aceptar el hecho de que nada en el mundo es enteramente positivo; todo poder puede ser mal empleado. El amor puede conducir a la crueldad, la ciencia puede crear la destrucción, la tecnología incontrolada produce contaminación. La experiencia óptima es una forma de energía  y la energía puede utilizarse tanto para crear como para destruir. El fuego calienta o quema, la energía atómica puede generar electricidad y puede destruir el mundo. La energía es poder pero el poder es solo un medio. Las metas hacia las que se dirija, pueden hacer que la vida sea más rica o más dolorosa.

Muchas cosas que denominamos delincuencia juvenil -robo de coches, vandalismo, conducta provocativa en general- están motivadas por la misma necesidad de tener experiencias de flow que no pueden conseguirse en la vida corriente. Mientras un sector significativo de la sociedad tenga pocas oportunidades de encontrar desafíos significativos y pocas oportunidades de desarrollar las habilidades necesarias para beneficiarse de estos desafíos, debemos esperar a que la violencia y el crimen atraigan a quienes no pueden encontrar el camino hacia experiencias autotélicas más complejas.

La experiencia de flow, como todo en la vida, no es buena o mala en sentido absoluto. Es interesante solo porque tiene el potencial de hacer que la vida sea más rica, intensa y con más significado; porque incrementa la fuerza y la complejidad de la personalidad. Pero si las consecuencias de una situación de flow son buenas en un sentido amplio, es un tema que necesitaría ser discutido y evaluado en términos de criterios sociales más globales. Lo mismo pasa con todas las actividades humanas, ya sea ciencia, religión o política. Una creencia religiosa en particular puede beneficiar a una persona o grupo, pero puede reprimir a muchos otros. Un avance científico puede ser bueno para la ciencia y para unos pocos científicos, pero malo para la humanidad en su globalidad. Es una ilusión creer que cualquier solución es beneficiosa para todos y para todas las ocasiones; ningún logro humano tiene la última palabra. Como decía Jefferson, “la eterna vigilancia es el precio de la libertad”, así que debemos evaluar constantemente lo que hacemos para evitar que los hábitos y la sabiduría del pasado nos cieguen antes nuevas posibilidades. 

Pero no tendría sentido ignorar una fuente de energía simplemente porque puede ser mal utilizada. Si la humanidad hubiese elegido no utilizar el fuego porque puede utilizarse para quemar cosas, no habríamos evolucionado. El reto consiste en aprender a distinguir las diferentes formas de fluir para disfrutar más de nuestra vida cotidiana sin disminuir las oportunidades de las demás personas para que disfruten de la suya.

Resumen 

Las personas coinciden en describir las características de la experiencia óptima de la siguiente manera:

? Una sensación de que las propias habilidades son adecuadas para enfrentarse con los desafíos que se nos presentan.

? Una actividad dirigida hacia unas metas claras y regulada por unas normas.

? La actividad nos ofrece feedback inmediato sobre si lo estamos haciendo bien o no.

? La concentración es tan intensa que no se puede prestar atención a cualquier otra cosa y las preocupaciones desaparecen.

? La conciencia de sí mismo desaparece y el sentido del tiempo se distorsiona.

? Una actividad que produce experiencias tan agradables que la persona desea realizarla por sí misma, y se preocupa poco por lo que va a obtener de ella, incluso aunque la actividad sea difícil o peligrosa.

4. Las condiciones del flow

Las condiciones de la experiencia de flow se modulan porque algunas cosas que hacemos nos hacen disfrutar más que otras. Y no son las habilidades que realmente poseemos lo que determina cómo nos sentimos, sino las que nosotros pensamos que poseemos.

Las raíces de la palabra “competición” vienen del latín com petire, que significa “buscar juntos”. Lo que cada persona busca es hacer efectivo su potencial, y esta tarea se realiza más fácilmente cuando los demás nos fuerzan a hacerlo lo mejor que podamos. Por supuesto, la competición mejora la experiencia únicamente mientras la atención está enfocada primariamente sobre la actividad en sí misma. Si las metas extrínsecas -tales como vencer al adversario, querer impresionar al auditorio o pretender un buen contrato- son lo más importante y lo que a uno le preocupa, entonces es probable que la competición se convierta en una distracción, en lugar de ser un incentivo para enfocar la conciencia sobre lo que sucede.

Los juegos ofrecen una analogía convincente de la cultura. Permiten a la gente sentirse implicada en un proceso o acto y reducir al mínimo sus dudas y distracciones. La cultura lo abarca todo: cómo debe nacer una persona, cómo debe educarse, casarse, tener niños y morir. Los juegos llenan los espacios vacíos de la cultura. Mejoran la acción y la concentración durante el “tiempo libre”, cuando las instrucciones culturales ofrecen poca guía y la atención de una persona amenaza con vagar por los reinos inexplorados del caos.

Aunque el flow es un poderoso motivador, no garantiza la virtud de quienes lo experimentan. Todas las encuestas a gran escala coinciden en que los ciudadanos de las naciones más opulentas, con mejores niveles de educación y dirigidas por los gobiernos más estables tienen niveles más altos de felicidad y satisfacción con la vida. Estados Unidos, a pesar de su alta tasa de divorcios, alcoholismo, crimen y adicciones, no está muy lejos de los primeros. Esto no debería sorprendernos, dada la cantidad de tiempo y de recursos que gastamos en actividades cuyo propósito principal es ofrecer disfrute.

Aunque el ciudadano medio tenga muchos ratos libres y un amplio acceso a las actividades de ocio, frecuentemente no experimenta flow como resultado. La potencialidad no implica realidad, y la cantidad no se traduce en calidad.

Una de las paradojas más irónicas de nuestro tiempo es esta gran posibilidad de ocio que, de algún modo, fracasa en traducirse a disfrute. Si nos comparamos con las personas que vivieron solo hace unas generaciones, tenemos oportunidades mucho mayores de disfrutar de un buen rato, aunque no hay indicios de que realmente disfrutemos de la vida más que nuestros antepasados. 

Tener oportunidades no es suficiente. También necesitamos de las habilidades para aprovecharlas. Necesitamos saber cómo controlar la conciencia. Estamos rodeados por una inaudita gama de artefactos recreativos y de posibilidades de ocio, pero la mayoría de nosotros nos sentimos aburridos y vagamente frustrados. 

Este hecho nos conduce a la segunda condición que afecta a si una experiencia será óptima o no: la capacidad de un individuo de reestructurar la conciencia para hacer posible el flow. Alguna gente disfruta esté donde esté, mientras que otros se aburren incluso teniendo enfrente el panorama más cautivador. Además de considerar las condiciones externas, o la estructura de las actividades de flow, necesitamos también tener en cuenta las condiciones internas que posibilitan el flow.

Es importante que nos demos cuenta de que los desórdenes de la atención no solamente interfieren en el aprendizaje, sino que descartan también la posibilidad de experimentar flow. Cuando una persona no puede controlar la energía psíquica, ciertamente no es posible que aprenda ni disfrute.

Un obstáculo menos drástico para experimentar flow es el excesivo temor al ridículo. Una persona que se preocupa constantemente acerca de cómo la perciben los demás, que tiene miedo de crear la impresión equivocada o de hacer algo impropio, se condena también a excluirse permanentemente del disfrute. Y lo mismo pasa con las personas que son excesivamente egoístas. Un individuo egoísta normalmente no es autoconsciente, pero en lugar de ello evalúa cada porción de información únicamente desde el punto de vista de cómo esta información se relaciona con sus deseos. Para esta persona nada tiene valor en sí mismo. Una flor no merece una segunda mirada a menos que pueda usarse para algo.

Aunque una persona con excesivo miedo al ridículo tenga muchos aspectos diferentes a los de una persona egoísta, ninguna de ellas tiene el control suficiente de la energía psíquica para entrar fácilmente en una experiencia de flow.

Los desórdenes de la atención y el exceso de estímulos impiden el flow porque la energía psíquica es demasiado fluida y errática. La persona que tiene excesivo miedo al ridículo y la persona egoísta centrada en sí misma, lo impiden por la razón opuesta: la atención es demasiado rígida y encorsetada. Ninguno de los extremos permite que una persona controle la atención.

Anomia: Condición que se da cuando las normas de comportamiento no están claras. Cuando no está claro qué está permitido y qué no lo está, cuando existe indecisión sobre cuáles son los valores de la opinión pública, el comportamiento se vuelve errático y sin sentido. La gente, que depende de las reglas de sociedad para dar orden a su conciencia, se vuelve ansiosa.

Alineación: Condición en que la gente se ve obligada por el sistema social a actuar de forma contraria a sus propias metas. Un trabajador que para alimentarse a sí mismo y a su família debe realizar centenares de veces la misma tarea sin sentido en una cadena de montaje es probable que se sienta alineado. Una de las fuentes más irritantes de alineación es la necesidad de malgastar muchos ratos libres haciendo cola para obtener ropa, alimento, ocio, o interminables autorizaciones burocráticas. 

Cuando una sociedad sufre de anomia es difícil conseguir flow porque no está claro en qué vale la pena invertir la energía psíquica; cuando sufre de alineación el problema es que uno no puede invertir energía psíquica en lo que claramente desea.

Así como algunas personas nacen con una mejor coordinación muscular, es posible que existan individuos con una ventaja genética en el control de la conciencia. Tales individuos podrían estar menos predispuestos a sufrir desórdenes de la atención y podrían experimentar más fácilmente el flow.

La evidencia neurológica no prueba que algunos individuos hayan heredado una ventaja genética en el control de la atención y, por lo tanto, experimenten flow. Los hallazgos podría explicarse más bien en términos de aprendizaje que de herencia. La asociación entre la capacidad para concentrarse y el flow está clara; se necesita más investigación para comprobar cuál ocasiona cuál.

Hay muchas evidencias que sugieren que la manera en que los padres se relacionen con el niño tendrá un efecto duradero sobre el tipo de persona que ese niño desarrollará y llegará a ser. El contexto familiar que promueve experiencias óptimas tiene cinco características:

1) Claridad: Los adolescentes sienten que saben lo que sus padres esperan de ellos, es decir, las metas y la retroalimentación no son ambiguas.

2) Centramiento: Existe la percepción de que los padres están interesados en lo que hacen en el presente, en sus sentimientos y experiencias concretas.

3) Elección: Los niños sienten que tienen variedad de posibilidades para escoger, incluyendo quebrar reglas paternales, mientras estén dispuestos a enfrentarse a las consecuencias.

4) Compromiso: El niño se siente suficientemente cómodo como para bajar el escudo de sus defensas e implicarse en cualquier cosa en el que esté interesado sin ser consciente de sí mismo.

5) Desafío: Dedicación de los padres a ofrecer a sus hijos oportunidades cada vez más complejas para la acción.

Contexto autotélico de familia: Los niños que se educan en unas situaciones familiares que facilitan la claridad de metas, la retroalimentación, el sentimiento de control, la concentración sobre la tarea presente, la motivación intrínseca y el desafío, generalmente tendrán mejores oportunidades para ordenar sus vidas de manera que el flow sea posible.

En familias no tan bien organizadas se emplea una gran cantidad de energía en constantes discusiones y negociaciones y en los intentos de los niños por proteger sus frágiles personalidades para no sentirse abrumados por las metas de otras personas.

5. El cuerpo en flow

“Seguramente el hombre no posee nada excepto un breve préstamo de su propio cuerpo –escribió J.B. Cabell-, pero el cuerpo es capaz de placeres muy curiosos”. Cuando estamos tristes, deprimidos o aburridos, tenemos un fácil remedio a mano: usar el cuerpo para todo lo que vale. En nuestra época la mayoría de las personas son conscientes de la importancia de la salud y de la forma física. Pero las potencialidades casi ilimitadas para el disfrute que el cuerpo ofrece frecuentemente permanecen inexploradas. Pocos aprenden a moverse con la gracia de un acróbata, a ver con el ojo de un artista, a sentir el regocijo de un atleta al batir su propia marca, a degustar con la sutileza de un gastrónomo o amar con la habilidad que convierte el sexo en arte. Puesto que estas oportunidades están fácilmente al alcance, el paso más fácil para mejorar la calidad de vida consiste simplemente en aprender a controlar el cuerpo y sus sentidos.

Los sentidos nos dan una información caótica cuando no los educamos; un cuerpo no entrenado se mueve de forma desgarbada y torpe; un ojo insensible no está interesado en lo que ve; la oreja que no tiene educación musical oye ruidos que la molestan, y un paladar basto solo paladea gustos insípidos. Si dejamos que las funciones del cuerpo se atrofien, la calidad de vida llega a convertirse en meramente la adecuada, y para algunos incluso disminuye. Pero si uno toma conciencia de lo que el cuerpo puede hacer y aprende a imponer orden sobre sus sensaciones físicas, la entropía cede el paso a una armonía agradable en la conciencia.

Incluso el acto físico más simple llega a ser agradable cuando es transformado para producir flow. Los pasos esenciales en este proceso son:

a) Establecer una meta general y tantas submetas realistas como sea posible.

b)    Encontrar maneras de medir el progreso desde el punto de vista de las metas elegidas.

c)    Concentrarse en lo que uno hace y realizar distinciones cada vez más precisas en los desafíos involucrados en la actividad.

d)    Desarrollar las habilidades necesarias para interactuar con las oportunidades disponibles.

e) Elevar el nivel si la actividad nos aburre.

En uno de nuestros estudios realizamos la siguiente pregunta. ¿La gente es más feliz cuando usa más recursos materiales en sus actividades de ocio? ¿O se sienten más felices cuando invierten más en sí mismos? El resultado fue que eran más felices cuando simplemente hablaban con otros, cuando se dedicaban a cultivar la tierra, a tejer, o andaban ocupados por una afición; todas estas actividades requieren pocos recursos materiales, pero exigen una inversión relativamente alta de energía psíquica. Sin embargo, el ocio que usa muchos recursos externos frecuentemente requiere menos atención y, como consecuencia, generalmente ofrece menos gratificaciones memorables.

El flow en el sexo y el amor

Puede decirse con seguridad que la estimulación sexual es, por sí misma generalmente placentera. Estamos programados genéticamente para obtener placer de la sexualidad. Es el modo inteligente con que la evolución garantiza que los individuos se comprometerán en actividades que probablemente les conducirán a la procreación, asegurando así la supervivencia de las especies. Para obtener placer en el sexo uno necesita únicamente tener salud y estar dispuesto a ello; no se requieren habilidades especiales y, tras las primeras experiencias, aparecen pocos nuevos desafíos físicos. Pero como todos los placeres, a menos que se transforme en una actividad agradable, el sexo fácilmente llega a ser aburrido. Se convierte en una experiencia auténticamente positiva, en un ritual sin sentido o en una dependencia adictiva. Afortunadamente hay muchas maneras de hacer agradable el sexo.

¿Cómo mantener vivo el amor? La respuesta es igual en esta que en cualquier otra actividad. Para ser agradable, una relación debe llegar a ser más compleja. Para llegar a ser más compleja, la pareja debe descubrir nuevas potencialidades en sí mismos y el uno en el otro. Para descubrir esto deben prestar atención el uno en el otro, para que puedan aprender qué pensamientos y sentimientos, qué sueños están en la mente de su pareja. Esto es en sí un proceso que nunca termina, una tarea para toda la vida. Después de que uno empiece a saber realmente cómo es la otra persona, entonces pueden llegar a ser posibles muchas aventuras conjuntas: viajar juntos, leer los mismos libros, criar a los niños, hacer planes y llevarlos a cabo se convierten en actividades más agradables y más significativas. Los detalles específicos son insignificantes. Cada persona debe averiguar cuáles vienen al caso según su propia situación. Lo importante es el principio general: que la sexualidad, como cualquier otro aspecto de vida, puede convertirse en disfrute si estamos dispuestos a cultivarla para lograr una complejidad mayor.

El flow en el sentido de la vista

Es fácil aceptar el hecho de que los deportes, el sexo o el yoga pueden ser agradables. Pero poca gente va más allá de estas actividades físicas para explorar las capacidades casi ilimitadas de los otros órganos del cuerpo, aunque cualquier información que el sistema nervioso pueda transmitir se presta a ricas y variadas experiencias de flow.

Ver, por ejemplo, a menudo se utiliza simplemente como un sistema de medir las distancias, para evitar pisar al gato o para encontrar las llaves. Ocasionalmente, las personas se permiten “disfrutar de la vista” cuando un paisaje particularmente bello aparece frente a ellas, pero no cultivan sistemáticamente la potencialidad de su visión. Sin embargo, las habilidades visuales pueden ofrecernos un acceso constante a experiencias agradables. Las artes visuales son uno de los mejores campos de entrenamiento para desarrollar estas habilidades. 

Podría parecer una contradicción que una actividad como el yoga puede inducir flow al entrenar a los ojos a no ver y que ahora aboguemos por el uso de los ojos para provocar el flow. Esto únicamente es una contradicción para quienes creen que lo importante es el comportamiento, en lugar de serlo la experiencia a la que conduce. No importa si vemos o no vemos, mientras tengamos el control de lo que nos sucede. La misma persona puede meditar por la mañana y cerrarse a la experiencia sensitiva, y puede mirar una gran obra de arte por la tarde; con cualquier de estas actividades puede sentirse transformada por la misma sensación de disfrute.

El flow de la música

Los adolescentes, cuya frágil personalidad en evolución sufre amenaza tras amenaza en rápida sucesión a lo largo del día, dependen especialmente del modelo apaciguador del sonido para restaurar el orden en su conciencia. Pero también lo hacen muchos adultos. Un policía nos contó: “si después de una jornada haciendo arrestos y preocupado por si me darán un tiro, no pudiese encender la radio del coche cuando voy de regreso a casa, probablemente me volvería loco.”

No es oír lo que nos mejora la vida, es escuchar. Oímos música, pero rara vez la escuchamos, y pocos pueden conseguir flow como resultado de todo ello.

Como con cualquier otra cosa, para disfrutar de la música hay que prestarle atención. En la medida que la tecnología de la grabación nos proporciona una música demasiado accesible, podemos dejar de valorarla y reducir nuestra capacidad para obtener disfrute de ella.

Platón creyó que los niños debían aprender música antes que cualquier cosa; aprendiendo a prestar a tención a armonías y ritmos hermosos, su conciencia entera lograría estar ordenada. Nuestra cultura parece poner poco énfasis en enseñar las habilidades musicales a niños y a jóvenes. Cuando hay que recortar el presupuesto de una escuela, los cursos de música (así como también de arte y de educación física) son lo primero que se elimina. Es desalentador que estas tres capacidades básicas, tan importantes para mejorar la calidad de vida, generalmente sean consideradas superfluas en el clima educativo actual.

Cuando se enseña música a los niños surge el problema habitual: se pone demasiado énfasis en la interpretación, y demasiado poco en lo que experimentan. Los padres que empujan a sus niños a sobresalir tocando el violín, generalmente no están interesados en si los niños realmente disfrutan tocándolo.

Aunque es mejor aprender a tocar un instrumento cuando se es joven, realmente nunca es demasiado tarde para comenzar. Aprender a producir sonidos armoniosos no es solamente agradable, sino que, al igual que el dominio de cualquier habilidad compleja, también ayuda a fortalecer la personalidad.

El disfrute del gusto

En nuestra cultura, a pesar del reciente interés sobre el arte culinario de la gastronomía, mucha gente apenas distingue qué se pone en la boca, y por ello pierden la ocasión de gozar de una fuente potencialmente rica de disfrute. Para transformar la necesidad biológica de alimentarnos en una experiencia de flow, hay que empezar por prestar atención a lo que uno come. Desarrollar un paladar discriminativo, como cualquier otra actividad, requiere de la inversión de energía psíquica. Pero la energía empleada se devuelve multiplicada por muchas veces en una experiencia más compleja.

Como todas las fuentes de flow relativas a habilidades corporales. el cultivo del gusto solo conduce al disfrute si uno toma el control de la actividad. 

Resumen del cuerpo en el flow

Darnos cuenta de la potencialidad del cuerpo para el flow es relativamente fácil. No se requieren talentos especiales ni grandes sumas de dinero. Todos podemos mejorar la calidad de vida al explorar una o más dimensiones ignoradas de nuestras capacidades físicas. Por supuesto, es difícil alcanzar altos niveles de complejidad en más de un dominio físico. Las habilidades necesarias para llegar a ser un buen atleta, un bailarín o un gourmet de la vista, los sonidos o el gusto son tan difíciles de desarrollar que uno no tiene energía psíquica suficiente en su vida para dominar más de uno. Pero seguramente es posible llegar a ser un diletante en todas estas áreas, y es posible desarrollar habilidades suficientes para encontrar deleite en lo que el cuerpo puede hacer.

6. El flow del pensamiento

La lectura es quizás la actividad de flow más frecuentemente mencionada en todo el mundo. Resolver acertijos mentales es una de las formas más antiguas de actividad agradable, precursora de la filosofía y la ciencia moderna.

Todas las actividades físicas involucran un componente mental si queremos que sean algo agradable.

Lograr una condición mental tan ordenada no es tan fácil como parece. Contrariamente a lo que tendemos a suponer, el estado normal de la mente es el caos. Sin entrenamiento y sin un objeto en el mundo externo que exige nuestra atención, las personas son incapaces de enfocar sus pensamientos durante más de unos minutos cada vez. 

Normalmente no notamos el poco control que tenemos sobre la mente, porque los hábitos canalizan tan bien la energía psíquica que los pensamientos parecen seguirse el uno al otro por sí mismos y sin interrupciones. Después de dormir recobramos el conocimiento por la mañana cuando suena la alarma del reloj, y entonces andamos hasta el baño y nos cepillamos los dientes. Los roles sociales prescritos por nuestra cultura toman el control de nuestras mentes en nuestro lugar y generalmente actuamos con el piloto automático hasta el fin de la jornada, cuando nuevamente es el momento de perder la conciencia en el sueño. Pero cuando se nos deja solos, sin ninguna demanda a la que atender, el desorden básico de la mente se manifiesta. Sin nada que hacer, la mente empieza a seguir modelos aleatorios, por lo común se detiene en pensamientos dolorosos o perturbadores. A menos que una persona sepa cómo proporcionar orden a sus pensamientos, la atención se sentirá atraída por cualquier cosa que sea muy problemática en aquel momento: se enfocará en algún dolor verdadero o imaginario, en los rencores recientes o en las frustraciones a largo plazo. La entropía es el estado normal de la conciencia.

Para evitar esta condición, las personas se sienten ávidas de llenar sus mentes con cualquier información fácilmente disponible mientras se distraiga la atención de volverse hacia el interior y fijarse en los sentimientos negativos. Esto explica por qué una proporción enorme de tiempo se invierte en ver la televisión, a pesar del hecho que muy rara vez se disfrute haciéndolo. Si lo comparamos con otras fuentes de estimulación -como leer, hablar con otras personas o desempeñar una afición-, ver la televisión puede ofrecer información continua y fácilmente accesible que estructure la atención del espectador con un costo muy bajo desde el punto de vista de la energía psíquica que necesita invertirse. Mientras la gente mira la televisión, no temen que sus mentes les fuercen a enfrentarse a perturbadores problemas personales. Es comprensible que, una vez que se desarrolla esta estrategia para vencer la entropía psíquica, abandonar este hábito llegue a ser casi imposible.

El mejor camino para evitar el caos de la conciencia, por supuesto, es mediante hábitos que den el control sobre los procesos mentales al propio individuo, en vez de a alguna fuente externa de estimulación, como los programas de televisión.

La influencia de la memoria en el flow

Es válido pensar que la memoria es la habilidad mental más antigua, de la que derivan todas las demás, porque si no fuésemos capaces de recordar, no podríamos seguir las reglas que hacen posibles otras operaciones mentales. Ni la lógica ni la poesía podrían existir, y los descubrimientos de la ciencia tendrían que ser redescubiertos por cada nueva generación. 

Todas las formas de flow mental dependen de la memoria, directa o indirectamente.

Recordar es agradable porque supone cumplir un objetivo y también trae orden a la conciencia. Todos sabemos cómo nos sentimos de satisfechos cuando recordamos dónde hemos puesto las llaves del coche o cualquier otro objeto que temporalmente habíamos perdido.

Si se considera que el control de conciencia es por lo menos tan importante como la capacidad para conseguir hacer las cosas, entonces el aprendizaje de modelos complejos de información mediante la memoria no es un esfuerzo derrochado. Una mente con contenidos estables es mucho más rica que otra sin ellos. Es una equivocación suponer que la creatividad y la memorización sean incompatibles. 

Las palabras permiten el pensamiento abstracto y aumentan la capacidad de la mente para almacenar los estímulos. Sin sistemas para ordenar la información, incluso la memoria más clara encontrará que la conciencia es un estado de caos.

Tener un conjunto de reglas con las que la mente puede trabajar es un gran beneficio incluso en la vida normal. La gente sin un sistema simbólico internalizado puede ser prisionera de los medios de comunicación con demasiada facilidad. Es fácilmente manipulada por las demagogias, pacificada por los animadores de televisión y explotada por cualquiera que tenga algo que vender. Si nos hemos convertido en sujetos dependientes de la televisión, de las drogas y de los que proclaman la salvación política o religiosa es porque tenemos poca base en que apoyarnos, pocas reglas internas para evitar que nuestra mente sea atrapada por aquellos que dicen tener las respuestas. Sin la capacidad de proveerse de información propia, la mente flota en la aleatoriedad. Está dentro del poder de cada persona decidir si su orden se restaurará desde el exterior, sobre el que no tenemos ningún control, o si este orden será el resultado de un modelo interno que crece orgánicamente a partir de nuestras habilidades y de nuestra conciencia.

Cada individuo es un historiador de su propia existencia. A causa de su poder emocional, los recuerdos de la infancia llegan a ser elementos decisivos para determinar el tipo de adultos que llegaremos a ser y cómo funcionarán nuestras mentes. 

Mientras que la especialización es algo necesario para desarrollar la complejidad de cualquier modelo de pensamiento, la relación con las metas debe estar siempre clara: la especialización es en aras de pensar mejor, y no un fin en sí. Por desgracia, muchos pensadores serios dedican todo su esfuerzo mental a llegar a ser unos eruditos reconocidos, pero entretanto olvidan el propósito inicial de su disciplina.

Incluso fuera del alto rendimiento, el énfasis se ha volcado cada vez más en valorar los comportamientos en vez de los estados subjetivos; lo que se admira es el éxito, el logro, la calidad del rendimiento en vez de la calidad de la experiencia. 

Mucha gente abandona el aprendizaje después de dejar la escuela porque trece o veinte años de educación motivada extrínsecamente es todavía una fuente de desagradables recuerdos. Su atención ha sido tan manipulada desde fuera por los libros y por los profesores, que consideran que el día en que se graduaron fue su primer día de libertad.

7. El trabajo como flow

Al igual que los demás animales debemos dedicar una parte de nuestra existencia a buscar los recursos necesarios para vivir: las calorías que el cuerpo necesita para abastecerse no aparecen mágicamente sobre la mesa, y las casas y los automóviles no se arman a sí mismos espontáneamente. Sin embargo, no hay fórmulas estrictas de cuánto tiempo tienen que trabajar las personas.

Puesto que el trabajo es tan universal y tan variado, es tremenda la diferencia en la satisfacción general de uno según si lo que hace para vivir es agradable o no.

Cuanta más energía psíquica invertimos en metas materiales y cuanto más improbables lleguen a ser las metas, más difícil es convertirlas en realidad. Entonces necesitamos trabajar cada vez más, mental y físicamente, así como también necesitamos cada vez más recursos naturales para satisfacer nuestras expectativas que no paran de aumentar. 

Durante gran parte de la historia, la mayoría de la gente ha tenido que abandonar cualquier esperanza de disfrutar de la vida para convertir en realidad los sueños de los pocos que habían encontrado la forma de explotarles. Los logros que marcaron la diferencia entre las naciones civilizadas y sus coetáneas más primitivas -tales como las pirámides, la Gran Muralla china, el Taj Mahal, los templos, los palacios, etc.- se construyeron habitualmente con la energía de los esclavos obligados a realizar las ambiciones de sus amos. No debe sorprendernos, pues, que el trabajo adquiriese una reputación más bien pobre y negativa. 

Cuando uno comprende que el disfrute depende de incrementar la complejidad, ya no es posible tomar en serio este relativisimo radical. La calidad de la experiencia de la gente que transforma y juega con las oportunidades que le rodean, está claramente más desarrollada, y también es más agradable, que la calidad de vida de la gente que renuncia a ser ella misma para vivir dentro de las limitaciones de una realidad estéril que siente que no puede alterar.

El trabajo no solamente transforma el entorno al construir puentes para atravesar los ríos y cultivar tierras; también transforma al trabajador que lo realiza, de ser un animal orientado por los instintos pasa a ser una persona consciente, hábil y con metas.

Cuanto más se parece el trabajo a un juego -con variedad, desafíos apropiados y flexibles, metas claras y retroalimentación inmediata- más agradable será, sea cual sea el nivel de cualificación del trabajador.

En teoría, cualquier trabajo podría alterarse para que nos produjera más disfrute siguiendo las prescripciones del modelo del flow. Si los trabajadores disfrutaran realmente de sus trabajos, se beneficiarían no solamente a nivel personal, sino que seguramente tarde o temprano producirán más eficientemente y alcanzarían todas las otras metas que ahora tienen prioridad, como la productividad, la seguridad y el salario. 

En un estudio usamos la pregunta: ¿la gente da más ejemplos de flow en el trabajo o en el ocio? 

Como esperábamos, cuanto más tiempo una persona estaba en flow durante la semana, mejor era la calidad total de su experiencia. Las personas que estaban más frecuentemente en flow era muy probable que se sintiesen fuertes, activas, creativas, concentradas y motivadas. Sin embargo, fue algo inesperado lo a menudo que las personas decían estar en situaciones de flow en el trabajo y que raramente lo estaban durante el ocio. El flow en el trabajo era de un 54% de las respuestas, mientras que en el ocio era un 18%.

Cuando las personas estaban en flow, describían el trabajo o tiempo libre como una experiencia mucho más positiva. Cuando los desafíos y las habilidades eran altas, se conseguían mayores respuestas en estado de flow.

En nuestros estudios encontramos que los trabajadores estadounidenses tienden a mencionar tres razones principales para su descontento en el trabajo:

? Falta de variedad y desafíos. Demasiada monotonía.

? Conflictos con compañeros y managers.

? Alta presión, tensión y demasiado poco tiempo para pensar en uno mismo y para estar con la família.

El derroche del tiempo libre

Aunque la gente desea dejar sus lugares de trabajo y llegar a casa para disponer de su tiempo libre y hacer un buen uso de él, demasiado a menudo no tienen idea de qué hacer entonces. Irónicamente es más fácil disfrutar realmente del trabajo que del tiempo libre, porque, al igual que las actividades de flow, el trabajo tiene metas, retroalimentación, reglas y desafíos, todo lo que consigue que uno se implique, se concentre y se pierda en él. El tiempo libre, por otra parte, no está estructurado, requiere de un esfuerzo mayor para convertirse en algo que pueda disfrutarse. 

La tremenda industria del ocio que ha aparecido en las últimas generaciones está diseñada para ayudarnos a llenar nuestros ratos libres con experiencias agradables. No obstante, en vez de usar nuestros recursos físicos y mentales para experimentar flow, la mayoría de nosotros pasamos muchas horas cada semana viendo cómo famosos atletas compiten en estadios enormes. En vez de elaborar música, escuchamos discos de platino de músicos millonarios. En vez de crear arte, vamos a admirar las pinturas que obtuvieron los precios más altos en la subasta. No corremos riesgos actuando según nuestras creencias, pero pasamos muchas horas cada día viendo a unos actores que fingen tener aventuras y que se comprometen de mentir, en acciones significativas.

Esta participación indirecta es capaz de enmascarar, por lo menos temporalmente, el vacío subyacente a la pérdida de tiempo. Pero es un sustituto muy débil de la atención empleada en desafíos verdaderos. La experiencia de flow que resulta del uso de nuestras habilidades conduce al crecimiento; la diversión pasiva no conduce a ninguna parte.

A menos que la persona tome las riendas de ellos, tanto el trabajo como el tiempo libre probablemente le decepcionen. La mayoría de los trabajos y muchas actividades de ocio -especialmente las que potencian el consumo pasivo de los medios de comunicación de masas- no han sido diseñados para hacernos más felices y fuertes. Su propósito es hacer dinero para alguna otra persona. Si lo permitimos, pueden absorber nuestra vida hasta la médula y dejarnos como débiles peleles. La gente que aprende a disfrutar de su trabajo, que no derrocha sus ratos libres, acaba por sentir que su vida, ha llegado a valer mucho más la pena.

8. Disfrutar de la soledad y de los demás

Los estudios sobre el flow han demostrado repetidamente que más que de cualquier otra cosa, la calidad de vida depende de dos factores: de cómo experimentamos el trabajo y de nuestras relaciones con otras personas.

De todas las cosas que nos asustan, el temor de ser expulsado fuera del flow de la interacción humana es seguramente el peor. No hay duda que somos animales sociales; únicamente en compañía de otras personas nos sentimos completos.

Las encuestas sociales han llegado a la conclusión de que las personas dicen ser más felices cuando están con sus amigos y su familia, o simplemente en compañía de otras personas. Una enfermedad u otro percance es menos probable que derrumbe a una persona si puede confiar en el apoyo emocional de los demás.

No hay duda de que estamos programados para buscar la compañía de nuestros iguales.

Cuando pensamos en las experiencias más negativas en la vida de una persona, encontramos que los sucesos más dolorosos son aquellos que atañen a nuestras relaciones con otras personas, pero eso mismo suele pasar con los mejores momentos de la vida. ¿Cómo es posible reconciliar el hecho de que la gente ocasiona tanto las mejores como las peores situaciones que vivimos?

Una situación social tiene la potencialidad para ser transformada si cambiamos sus reglas.

Únicamente después de comprender un poco mejor cómo afecta a la mente estar solo, podremos ver más claramente por qué estar en compañía es tan imprescindible para el bienestar. El adulto medio pasa solo una tercera parte del tiempo que está despierto, y sabemos muy poco sobre esta parte enorme de nuestras vidas, excepto que nos desagrada.

La mayoría de la gente tiene un sentimiento casi insoportable de vacío cuando está sola, especialmente si no tiene nada específico que hacer. Adolescentes, adultos y ancianos; todos dicen que sus peores experiencias han tenido lugar en soledad. Casi todas las actividades son más agradables si hay otra persona alrededor, y menos cuando uno las hace solo. La gente es más feliz, está más alerta y alegre si hay otras personas presentes que si se siente sola, bien sea trabajando en una línea de montaje o viendo la televisión. Pero la condición más deprimente no es el trabajo o ver la televisión a solas; los peores estados de ánimo se producen cuando uno está solo y no hay nada que deba hacerse.

¿Por qué la soledad es una experiencia tan negativa? 

La respuesta más profunda es que mantener el orden en la mente desde dentro es muy difícil. Necesitamos objetivos externos, estímulos externos, retroalimentación del entorno para mantener enfocada la atención. Y cuando nos falta información externa, la atención divaga, y los pensamientos pueden ser caóticos, dando como resultado el estado que hemos denominado la entropía psíquica.

Sin nada que hacer, la mente es incapaz de impedir que los pensamientos negativos se coloquen en primer término, a menos que uno aprenda a controlar la conciencia. Las preocupaciones sobre la vida amorosa, la salud, las inversiones, la familia y el trabajo siempre revolotean en la periferia de la atención, a la espera, hasta que no haya nada que pida concentración. Tan pronto como la mente está dispuesta para relajarse, ¡zas!, los problemas potenciales que esperaban con impaciencia, toman el mando.

Por esta razón la televisión resulta tan beneficiosa a tanta gente. Aunque esté lejos de ser una experiencia rica y positiva, por lo menos la pantalla aporta cierta cantidad de orden a la conciencia.

Maneras más drásticas de enfrentarse con el temor a la soledad son el uso regular de drogas o recurrir a prácticas obsesivas. Las drogas reducen nuestra percepción, tanto de lo que puede ser realizado como de lo que nosotros podemos realizar, hasta que ambas sensaciones se equilibran. Este es un estado ameno de las cosas, pero es solo una simulación engañosa del disfrute que causa incrementar las oportunidades para la acción y las capacidades para actuar.

La prueba definitiva para la capacidad de controlar la calidad de la experiencia es lo que una persona hace en soledad, sin demandas externas que den estructura a su atención.

Cuando una persona es capaz de realizar actividades por su voluntad, sin considerar lo que sucede externamente, entonces ha aprendido a cultivar la calidad de la vida.

Uno puede sobrevivir en la soledad, pero solo si encuentra maneras de ordenar la atención para impedir que la entropía desestructure su mente.

La soledad es un problema que debe ser enfrentado tanto si uno vive en Manhattan como si vive en Alaska. A menos que una persona aprenda a disfrutarla, puede malgastar su vida tratando desesperadamente de evitar sus efectos negativos.

La familia es nuestro primer y más importante entorno social, y la calidad de vida depende en gran medida de si una persona consigue que sea agradable la interacción con sus parientes. Pero luego no importa lo fuertes que sean los lazos que la biología y la cultura hayan forjado entre los miembros de una familia, no es ningún secreto que hay gran variedad en lo que siente la gente acerca de sus parientes.

Las adolescente sin lazos familiares fuertes, llegan a ser tan dependientes de su grupo de compañeros, que harían cualquier cosa para ser aceptados por ellos.

Si cambias tus metas, la personalidad cambiará, como consecuencia, puesto que la personalidad es la suma de la organización de las metas. De este modo, estar soltero/a y entrar en cualquier relación, supone una transformación de la personalidad, no solo por la interacción con otra persona.

Las metas comunes de un grupo, un equipo o una familia, deberían reflejar y respetar las metas individuales tanto como sea posible. Para esto es necesario mantener abiertos los canales de comunicación. Vale la pena invertir energía en ello, porque cada individuo tiene metas que hasta cierto punto son divergentes de las de los otros miembros. Sin buenos canales de comunicación, las distorsiones se irán ampliando hasta que la relación se desintegre.

Los adolescentes son seres biológicamente maduros para la reproducción sexual. Pero luego, psicológicamente, nuestras convenciones sociales actuales no ofrecen los desafíos adecuados para las habilidades que tienen los adolescentes, y estos tienen que descubrir oportunidades para la acción, fuera de las que están sancionadas por los adultos. Las únicas salidas que encuentran, demasiado a menudo, son el vandalismo, la delincuencia, las drogas y el sexo. Bajo las condiciones actualmente existentes, es muy difícil para los padres compensar la pobreza de oportunidades que ofrece la cultura. ¿Qué puede hacer un joven de quince años, fuerte, vital e inteligente en su zona residencial? Probablemente usted llegará a la conclusión de que lo que tiene a su alcance o es demasiado artificial, o es demasiado simple, o no es lo bastante excitante para atrapar su imaginación. 

Cómo reestructurar este ambiente para hacerlo suficientemente desafiante es seguramente una de las tareas más urgentes que encaran los padres de adolescentes. Y no tiene ningún valor decirles a nuestros adolescentes que se comporten y que hagan algo útil. Lo que les ayuda son los ejemplos en la propia vida y las oportunidades concretas. Si no tienen acceso a ellos, no podemos culpar al joven por seguir su propio rumbo.

La seguridad emocional en los primeros años de vida, puede ser una de las condiciones clave que ayuden a desarrollar una personalidad autotélica en los niños. Sin esto, es difícil dejar ir la personalidad lo suficiente como para experimentar flow.

En nuestros estudios sobre la calidad de la experiencia diaria, se ha demostrado que la gente puntúa más positivamente la experiencia, cuando está con amigos. Es es aplicable a adolescentes, adultos y jubilados. Porque una amistad normalmente implica metas comunes y actividades comunes, y esto es naturalmente agradable. Las amistades nos permiten expresar partes de nuestro ser que raramente tendríamos la oportunidad de mostrar de otra manera. Es únicamente con los amigos donde la mayoría de gente siente que puede dejar caer su máscara y ser quien realmente es. Porque nosotros escogemos los amigos con quienes queremos compartir nuestras metas. Es en la compañía de los amigos donde podemos experimentar claramente la libertad de la personalidad y aprender quiénes somos realmente. 

La amistad no es agradable a menos que aceptemos sus desafíos. Si una persona se rodea a sí misma de “amigos” que simplemente la reafirman en su imagen pública, que nunca ponen en duda sus sueños ni sus deseos, que nunca la fuerzan a probar otras maneras de ser, perderá las oportunidades que la amistad representa. Un amigo de verdad es alguien con quien a veces podemos hacer el loco, alguien que no espera que siempre seamos formales. Es alguien que comparte nuestra meta de autorrealización y que, por lo tanto, está dispuesto a compartir los riesgos.

Así como sucede en la familia, las personas creen que las amistades se forman naturalmente y, si fracasan, no hay nada que hacer excepto entristecerse. En la adolescencia, cuando se comparten tantos intereses con los demás y uno tiene mucho tiempo libre para invertir en una relación, conseguir amigos podría parecer un proceso espontáneo. Pero luego en la vida las amistades rara vez suceden por casualidad: hay que cultivarlas asiduamente, así como hay que cultivar un trabajo o una familia. 

Un enfoque de la vida exclusivamente económico es profundamente irracional. Al final el resultado consiste en la calidad y la complejidad de las experiencias. Una comunidad debería juzgarse como buena no porque sea tecnológicamente avanzada o porque nade en riquezas materiales; es buena si ofrece a la gente una oportunidad para disfrutar con tantos aspectos de su vida como sean posibles y a la vez les permite desarrollar su potencialidad en el seguimiento de desafíos cada vez mayores. Del mismo modo, el valor de una escuela no depende de su prestigio o capacidad para enseñar a los estudiantes a enfrentarse a las necesidades de la vida, sino en qué grado es capaz de transmitir el disfrute de aprender durante toda esa vida. ¿Por qué?

Porque quienes intentan hacer la vida mejor para todos, sin haber aprendido a controlar primero su propia vida, suelen acabar haciendo que las cosas vayan peor para todos los que les rodean.

9. Engañar al caos

“El hecho de que la mente domina el cuerpo es, a pesar de su olvido por parte de la biología y de la medicina, el hecho más fundamental que conocemos sobre el proceso de la vida” doctor Franz Alexander.

¿Cómo un mismo golpe destruye a una persona, mientras que otra lo transforma en un orden interior?

Está claro que el mismo suceso puede hacer que una persona se sienta totalmente abatida, mientras que otra se morderá los labios y hará lo que pueda. Esta diferencia en cómo una persona responde a los sucesos estresantes se ha llamado “capacidad de actuar”.

Existen tres tipos de recursos para clasificar la capacidad de una persona para manejar el estrés:

  1. Red de apoyos sociales.
  2. Recursos psicológicos: inteligencia, educación y personalidad.
  3. Estrategias que utilizamos para afrontar situaciones.

El “cómo” manejamos la situación es el factor más importante para determinar qué efecto tendrá el estrés en nosotros.

Cuando se pide a la gente que nombren a las personas que más admiran, las cualidades que la mayoría destaca como la razón para su admiración son el coraje y la capacidad de superar los obstáculos. Como dijo Séneca: “las cosas buenas que provienen de la prosperidad deben ser deseadas, pero las cosas buenas que provienen de la adversidad deben ser admiradas”.

De todas las virtudes que podemos aprender no hay otra característica más útil, más necesaria para la supervivencia y con más probabilidades de mejorar la calidad de vida que la capacidad de transformar la adversidad en un desafío que pueda proporcionarnos disfrute. Admirar esta cualidad significa que prestamos atención a aquellos que la personifican, y así tenemos la oportunidad para emularles si fuese necesario. Por lo tanto, admirar el coraje es en sí una característica positiva; quienes lo hacen pueden estar mejor preparados para superar los golpes del destino.

Los seres humanos también han conseguido utilizar la energía sobrante para sus metas. La primera invención tecnológica importante, el fuego, es un buen ejemplo. Al principio, los incendios comenzaron al azar: los volcanes, los relámpagos y la combustión espontánea encendieron combustible aquí y allí, y la energía de la madera, al descomponerse, se dispersó sin propósito. Cuando el hombre aprendió a controlar el fuego, usó su energía disipativa para calentar sus cuevas, cocinar sus alimentos y, finalmente, para forjar objetos de metal. Los motores que funcionan gracias al vapor, a la electricidad, a la gasolina y a la fusión nuclear también se basan en el mismo principio: aprovechar la energía que de otra manera se perdería o se opondría a nuestras metas. A menos que los hombres hubiesen aprendido diversos trucos para transformar las fuerzas del desorden en alguna cosa que pudieran usar, nosotros nunca habríamos sobrevivido con tanto éxito.

La integridad de la personalidad depende de la capacidad para tomar los sucesos destructivos o neutros y convertirlos en positivos. Ser despedido puede ser una bendición si uno lo convierte en la oportunidad para encontrar otra cosa que hacer que esté más en sintonía con los propios deseos. En la vida de todas las personas, las posibilidades de que solo le ocurran cosas buenas son sumamente escasas. La posibilidad de que nuestros deseos se cumplan siempre es insignificante. Tarde o temprano todos tendremos que enfrentarnos a sucesos que contradigan nuestras metas: las desilusiones, las enfermedades, los reveses financieros y finalmente la inevitabilidad de la muerte. Cada suceso de este tipo es una retroalimentación negativa que produce desorden en la mente. Cada uno amenaza a la personalidad y menoscaba su funcionamiento.

¿Por qué algunas personas son debilitadas por la tensión, mientras otras consiguen fuerza de ella? 

Básicamente porque quienes saben cómo transformar una situación desesperanzada en una nueva actividad de flujo que pueden controlar, son capaces de disfrutar de sí mismo y de resurgir más fuertes de la prueba. Hay tres factores principales:

? Autoconfianza natural: Creer en uno mismo, en el propio entorno y en el lugar que uno ocupa en él.

? Enfocar la atención en el mundo: Es difícil darse cuenta de lo que nos rodea si la atención se enfoca sobre todo en el interior, si la mayoría de la energía psíquica está absorbida por los intereses y los deseos del ego. 

? El descubrimiento de nuevas soluciones: Casi todas las situaciones que encontramos en la vida nos presentan posibilidades para el crecimiento. 

Estas transformaciones requieren que la persona esté dispuesta a percibir oportunidades inesperadas. La mayoría de nosotros estamos tan rígidamente conducidos por la programación genética y por el condicionamiento social que ignoramos las opciones para elegir cualquier otro curso de acción. Vivir exclusivamente gracias a las instrucciones genéticas y sociales funciona mientras todo va bien, pero en el momento en que las metas biológicas o sociales se frustran -lo que a largo plazo es inevitable- una persona debe formular nuevas metas y crear una nueva actividad de flujo para sí misma, o derrochará sus energías en el caos interior.

La diferencia entre alguien que disfruta de la vida y alguien que está abrumado por ella, es producto de la combinación entre los factores externos y la manera en que la persona los interpreta, es decir, si ve los desafíos como amenazas o como oportunidades para la acción.

La personalidad autotélica transforma experiencias potencialmente entrópicas (de desorden) en flow. Se podría simplificar y dividir en 4 reglas:

1) Definir las metas.

2) Sentirse inmerso en la actividad.

3) Prestar atención a lo que está sucediendo.

4) Aprender a disfrutar de la experiencia inmediata.

10. La elaboración del significado

Es perfectamente posible que deportistas profesionales se entreguen profundamente a su juego, que jugar les proporcione placer, pero que fuera de la pista sean personas malhumoradas y hostiles. Picasso disfrutaba pintando, pero tan pronto como dejaba el pincel se convertía en un hombre más bien desagradable. Bobby Fischer, el genio de ajedrez, parecía ser desvalidamente inepto, excepto cuando su mente estaba en el tablero. Estos y otros incontables ejemplos similares son un recordatorio de que haber logrado flujo en una actividad no nos garantiza necesariamente que se extienda al resto de nuestra vida.

Si disfrutásemos del trabajo y de las amistades y nos enfrentáramos a cada desafío como una oportunidad de desarrollar nuevas habilidades, conseguiríamos gratificaciones que están fuera del reino de la vida ordinaria. Pero incluso esto no es suficiente para asegurarnos la experiencia óptima. Mientras el disfrute siga vinculado a actividades puntuales que no están relacionadas entre sí de manera significativa, uno todavía es vulnerable a los caprichos del caos.

Mientras nos ofrezca objetivos claros, reglas claras para la acción y una manera de concentrarse e implicarse, cualquier meta puede servir para dar significado a la vida de una persona.

Crear significado implica traer orden a los contenidos de la mente integrando las propias acciones en una experiencia unificada de flow.

Las personas que encuentran que sus vidas tienen significado suelen tener una meta que las desafía lo suficiente, como para implicar todas sus energías, una meta que puede dar trascendencia a sus vidas. Podemos referirnos a este proceso, como conseguir un propósito.

Pocas cosas son más tristes que encontrar a una persona que sabe exactamente qué debería hacer y que no puede reunir energía suficiente para hacerlo.

El propósito, la resolución y la armonía unifican la vida y le dan significado al transformarla en una experiencia perfecta para el flow.

El propósito da dirección a los propios esfuerzos, pero no hace necesariamente la vida más fácil. Las metas pueden conducir a todo tipo de problemas, hasta el punto de que uno se sienta tentado a abandonar y encontrar algún guión menos exigente para poder ordenar sus acciones. El precio que uno paga por cambiar las metas cuando los obstáculos las amenazan es que aunque uno pueda lograr una vida más amena y cómoda, es probable que acabe por sentirse vacío y sin significado.

Ninguna meta puede tener mucho efecto a menos que se la tome seriamente. Cada meta prescribe un conjunto de consecuencias, y si uno no está dispuesto a considerarlas, la meta pierde su sentido. El alpinista que decide escalar un pico difícil sabe que se agotará y peligrará durante al ascenso. Pero si él abandona demasiado fácilmente, se revelará que su búsqueda tenía poco valor. Lo mismo es cierto de todas las experiencias de flow: hay una relación mutua entre las metas y el esfuerzo que requieren. Las metas justifican el esfuerzo que exigen al principio, pero luego será el esfuerzo el que justifique la meta.

La riqueza de opciones que hoy tenemos a nuestro alcance ha extendido la libertad personal hasta un grado inconcebible hace cien años. Pero la consecuencia inevitable de poder realizar tantas elecciones atractivas es la incertidumbre de propósito; la incertidumbre, a su vez, mina la resolución y, al carecer de resolución, acabamos por desvalorizar la elección. Por lo tanto, la libertad no necesariamente ayuda a encontrarle significado a la vida, más bien sucede lo contrario. Si las reglas de un juego son demasiado flexibles, la concentración flaquea y es más difícil lograr una experiencia de flow. El compromiso con una meta y con las reglas que supone alcanzarla es mucho más fácil cuando las elecciones son pocas y están claras.

¿Cómo hacemos para saber dónde invertir nuestra energía psíquica? Nadie nos dirá: “aquí tiene una meta que vale la pena dedicarle toda una vida”. Porque no existe la certeza absoluta. Cada persona debe descubrir su propio propósito definitivo. Mediante ensayo y error, cultivando intensamente nuestros intereses podemos desentrañar la madeja de las metas contradictorias, y escoger la que dé propósito a nuestra acción.

El conocimiento de sí mismo -un antiguo remedio tan viejo que fácilmente olvidamos su valor- es el proceso mediante el cual uno puede organizar las distintas opciones. “Conócete a ti mismo” nos lo encontramos tantas veces repetido porque funciona. Sin embargo, cada generación necesita redescubrir lo que estas palabras significan, lo que el consejo realmente implica para cada individuo. Y para convertirlo en algo útil debemos expresarlo desde el punto de vista del conocimiento actual y prever un método contemporáneo para su aplicación.

Si interpretamos las vidas de los animales desde un punto de vista humano, llegaríamos a la conclusión de que están en flow la mayoría del tiempo porque su percepción de lo que deben hacer generalmente coincide con lo que están dispuestos a hacer. Cuando un león siente hambre, comenzará a gruñir y buscará una presa hasta que su hambre esté satisfecha; después se tumbará al sol, soñando lo que los leones sueñan. No hay razón para creer que sufre por tener ambiciones no satisfechas, o que está abrumado por las responsabilidades. Las habilidades de los animales se equiparan siempre a las demandas concretas porque sus mentes únicamente contienen la información acerca de lo que está realmente presente en el ambiente en relación con sus estados corporales, determinados por el instinto. Por lo tanto, un león hambriento únicamente percibe lo que le ayudará a encontrar una gacela, mientras que un león saciado se concentra totalmente en la calidez del sol. Su mente no sopesa posibilidades que no están a su alcance en ese momento; ni imagina alternativas más placenteras, ni es perturbado por el temor al fracaso.

Los animales sufren, así como nosotros sufrimos, cuando se frustran sus metas biológicamente programadas. Sienten los dolores del hambre, del dolor y de la insatisfacción de sus impulsos sexuales. Los perros criados para ser los amigos del hombre se sienten angustiados cuando sus dueños se van y les dejan solos. Pero los animales, a excepción del hombre, no son la causa de sus propios sufrimientos, ellos no han evolucionado lo suficiente para ser capaces de sentirse confusos y desesperados incluso después de que todas sus necesidades estén satisfechas. 

Cuanto más complejo sea cualquier sistema, más espacio deja abierto para las alternativas y más cosas pueden ir mal. Esto seguramente es aplicable a la evolución de la mente: como ha aumentado su poder para manejar información, la potencialidad para el conflicto interior también ha aumentado.

Cuando hay demasiadas demandas, opciones, desafíos, nos ponemos ansiosos; cuando hay pocos, nos sentimos aburridos.

Cada niño, antes de que su conciencia de sí mismo empiece a interferir, actúa espontáneamente con entrega total y con participación plena. Un niño raramente está triste sin una buena razón. Es comprensible que las personas sientan tanta nostalgia por sus años de infancia; muchos sienten que la serenidad de la niñez, la participación total en el aquí y ahora, son cada vez más difíciles de retener con el paso de los años.

Cuando solo somos capaces de imaginarnos unas pocas oportunidades y unas pocas posibilidades, es relativamente fácil lograr armonía. Los deseos son simples, las elecciones claras. Hay poco lugar para el conflicto y ninguna necesidad de llegar a compromisos. Este es el orden de los sistemas sencillos, un orden ocasionado por la falta de oportunidades, si queremos llamarlo así. Es una armonía frágil: paso a paso, con el aumento de la complejidad, las oportunidades de que el sistema genere entropía internamente, también aumentan.

Pocos argumentarían que una conciencia más simple, aunque sea más armoniosa, es preferible a una más compleja. Aunque podamos admirar la serenidad del león en el descanso, el indígena sin preocupaciones que acepta su destino o el niño totalmente entregado al presente, ninguno de ellos puede ofrecernos un modelo para resolver nuestro problema. El orden basado en la inocencia está ahora más allá de nuestro alcance. Una vez que la fruta ha sido arrancada del árbol, el camino de regreso está cerrado para siempre.