Podemos considerar que un equipo es como una famila, si adaptamos los estilos educativos parentales de la psicóloga alemana, Diana Baumrind. De este modo podemos establecer una clasificación de los entrenadores a partir de su nivel de flexibilidad para compartir competencias.

Esta clasificación nos permite hacer una propuesta acerca de la invervención que sería más recomendable hacer, desde el punto de vista del preparador físico, para optimizar el rendimiento del jugador/a y del equipo, que al fin y al cabo, es el objetivo principal.

Foto: Behind the Athlete

1. Entrenador autoritario.

Trabaja con un método de trabajo elaborado a lo largo de los años, piensa que le funciona y no lo quiere cambiar ni aceptar nuevas propuestas de estructuración del entrenamiento.

Quizá por inseguridad o ignorancia, falta de confianza porque su método siempre le ha funcionado o porque quiere ser él quién asuma toda la responsabilidad. En este caso, al preparador físico sólo se le permite asumir competencias fuera de las sesiones de pista y respetando las pautas.

Propuesta:
→ Ante esta situación, la actuación más inteligente por parte del preparador físico, sería analizar qué tipo de entrenamientos se realizan, cómo se gestionan las cargas, qué tendencias son más habituales en cuanto a tiempos de pausa y de trabajo, las vías metabólicas que predominan, el nivel de especificidad de las sesiones, como es su estilo de juego, etc. para poder aportar un trabajo en las sesiones de preparación física, que sea complementario y que a la vez contribuya a desarrollar ese modelo de juego. Puede que el entrenador no crea en el preparador físico, pero este puede hacer creer a los jugadores con su trabajo.

 

2. Entrenador semidemocrático.

No quiere abandonar sus patrones de entrenamiento, quiere todavía poder controlar aquello que pasa en la pista, pero acepta comentarios, aportaciones y recomendaciones por parte del preparador físico.

Digamos que para él hay cosas sagradas que no se pueden tocar, pero en otras sí que puede dejar intervenir al experto en teoría del entrenamiento.

Propuesta:
→ Lo inteligente será estar atento a aquello que es sagrado para el entrenador y que no se puede tocar, para que no correlacione negativamente con aquello que se va a proponer después. Cuando exista la oportunidad de intervenir en la estructuración del entrenamiento en pista, habrá que aprovecharla, no para hacer filigranas, sino que es interesante hacer al entrenador partícipe de ello, valorar su importante rol en la decisión de contenidos y justificarle la estructuración de la carga de entrenamiento que se considere más adecuada.

 

3. Entrenador democrático.

El nivel de confianza de este entrenador en su preparador/es físico/s deberá ser muy elevado, pues este tipo de entrenadores, se arriesgan a abandonar un modelo clásico de programación donde toda la responsabilidad de estructurar volúmenes y cargas de entrenamiento recaía sobre ellos. Dan una oportunidad al preparador físico, que este tiene que aprovechar.

Esta situación es idílica, porque permite al preparador físico llevar todo el control del entrenamiento (en pista y fuera de ella) y además obliga a un trabajo en equipo e interacción constantes entre todo el cuerpo técnico.

Propuesta:
→ Una vez definido el modelo de juego del equipo por parte del entrenador, el preparador físico planificará y estructurará todas las sesiones teniendo en cuenta las vías metabólicas, los tiempos de trabajo y de pausa, así como la intensidad y volumen de la sesión, que determinarán la carga del entrenamiento. Una vez definido todo esto, será el entrenador/es quienes rellenarán de contenido el entrenamiento, en función de los objetivos tácticos, técnicos y estratégicos planificados.

 

Un mismo contenido se puede trabajar de muchas maneras, de modo que el entrenador será quien decida el contenido (como experto a nivel técnico, táctico y estratégico) y el preparador físico decidirá cómo hacerlo (como experto a nivel motriz y fisiológico).

 

El éxito de cada estilo dependerá de la consecución (o no) de los objetivos que nos hayamos marcado previamente como equipo. Darse cuenta de que en función del contexto de trabajo y de la visión del entrenador, se deberán usar unos métodos u otros, indica que no se puede hacer lo mismo en todos los equipos, sino que el reto está en analizar que necesita el equipo, cual es su modelo de juego, como trabaja el entrenador, hasta donde permite que se le ayude a programar las sesiones, etc. Y en función de todo esto, elaborar una propuesta personalizada y adaptada a esa realidad.

Si hemos llegado a entender que la incertidumbre del deporte colectivo, no nos permite entrenar como en el deporte individual, el siguiente paso es entender que del mismo modo que adaptamos el entrenamiento al tipo de deporte, también deberemos adaptarlo a la tipología del entrenador.

 

El resumen en una imagen.

Foto: Behind the Athlete